jueves, 17 de junio de 2010

DIME CÓMO TE VISTES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

Debo ser de aquellos que piensan que la moda está ahí fuera, en la calle que pisamos a diario, en este mundo en que vivimos, y que muchas veces no somos concientes del gran valor que tiene o de la carga expresiva que puede aportarnos a nuestra ya forjada personalidad. Vaya, una primera carta de presentación que podría decir mucho de lo que sentimos o pensamos, de cómo vivimos y nos comportamos. Es decir, la moda –como buena disciplina perteneciente al diseño- tiene toda una función práctica para todo aquél que se viste, sea más tendencioso o menos. Porque si algo tiene la moda es que sea del tipo que sea es precisamente eso: MODA y nadie absolutamente nadie escapa en mayor o menor medida de los tentáculos de este todopoderoso concepto que incluso está en la boca de todos los que dicen no perseguirla o creérsela.


También debo de ser de aquellos que piensan que la moda no ha de ser un sistema que te tengas que creer al cien por cien, pero repito: nadie se escapa de ella y convive con nosotros en muchos más espacios y en mucho mayor tiempo del que nos imaginaríamos, y es que precisamente así se ha hecho tan familiar.


A mí lo que realmente me sorprende es cuando se le pregunta a alguien ¿por qué llevas eso? Y te responde el típico “porque me gusta”. No, no. No creo que sea así, lo llevas porque realmente te sientes cómodo, porque por algún motivo te ha llamado la atención hasta que te has hecho con ello y porque seguramente dice algo de ti. Y es que en todas las décadas han habido estilos de vida y de pensamiento muy relacionados con la moda: los maravillosos 50, los hippies de los sesenta, todos los punks y mods tan setenteros, pasando por los ochenta que también dieron mucho de sí en lo que se refiere a moda y estilismo, y llegando a los 90 o la época actual en la que la propia democratización de la moda con toda esa invasión de grandes marcas de distribución y grupos de moda han hecho mezclar todos esos conceptos y en algunos casos vivir una paranoia preguntándonos “¿a qué grupo pertenezco yo? ¿a qué clan o tribu social?” Este pensamiento es normal, la moda ha dejado de ser simplemente ropa y ha sido capaz de llegar a mucha más gente con menos nivel social, algo impensable hace cincuenta años o menos.


Porque es una realidad que esa moda ha llegado a todos, que nos ha calado de lleno sea a base de copias de grandes firmas o como una nueva tendencia propuesta por esas marcas a la que todos acabamos recurriendo para vestir. De todas maneras, lo más importante de una persona es la personalidad, lo que llevan dentro y son ellas las que han de vestir la prenda y no al revés. Toda esa ropa que nos colocamos nos ha de ayudar a nuestra psicología, forma de ser o de ver la vida. Y estén tranquilos, que por mucha mezcla de conceptos y moda democrática, los pijos van a seguir siendo los pijos, los modernos los modernos, los yuppies los yuppies, así como los hippies igual de hippies y los excéntricos y desfasados en el tema pues también igual o mucho más porque la moda no tiene freno alguno. Y bienvenida sea, aunque sabiendo controlarla y tratarla, no a cualquier velocidad.



W.

miércoles, 16 de junio de 2010

PARECES RARO Y ME GUSTAS

A pesar de ser mi tercera entrega, hoy quiero destacar una columna que he leído hoy en La Vanguardia mientras tomaba un café en un sitio que para mí también ha sido un gran descubrimiento, de esos que alentan a que aún hay cosas por ver y sentir en Barcelona. La cronista de moda Marta Domínguez nos habla de esas "piezas que llaman la atención del iniciado en moda, que provocan miradas e inician conversaciones y hablan de su dueño". Así leamos:
Nacen con una pretensión más optimista que la de permanecer en el armario sólo unos meses. Sus creadores no se llaman a sí mismos artistas, pero saben que su actividad está lejos de la mera producción téxtil. Ropa con concepto, que escapa a las tendencias más obvias de las pasarelas. Prendas que se auguran el estatus de objeto artístico, por su ingenio y validez. Tras estas ideas, en la mayoría de casos no hay marcas grandes, sino un diseñador con nombre y apellidos que imprimió un sello de autor en una producción reducida (...)
Muchas de estas prendas son una inversión de futuro. No simplemente son piezas banales, ni se visten a diario, pero son las que forman un armario con fundamento. La gracia está en llevarlas del modo más descomplicado (...)
Aquí nos habla de añorado Helmut Lang, de Commes des Garçons, de Margiela, de Yamamoto y de toda esa troupe que sobrevive a los tiempos y a las tendencias (el mayor de los castigos contemporáneos en este mundo tan loco que nos encanta). Un bonito retal del artículo de esta periodista en La Vanguardia que da gusto leer: gente que aún se ocupa y preocupa de estas firmas que ahora y más que nunca hay que seguir y apoyarlas para que no las absorban los grandes grupos empresariales que harán oro con todo lo que toca o se apropian pero a la vez destrozan la ilusión del que durante años ha seguido la estela de estos magníficos que algún día llamaron locos o raros.
W.

martes, 15 de junio de 2010

LA CREACIÓN / LA INVERSIÓN

Recuerdo que no hace mucho visioné un reportaje de Karl Lagerfeld, en el que aparte de quedarme maravillado por sus inmensas estanterías plagadas de volúmenes de novelas, biografías y libros de arte, el propio diseñador contaba que él realmente diseñaba las colecciones mientras dormía: vamos que las soñaba.



Se sabe que el káiser es un hombre tremendamente excéntrico y puede que esta declaración (al igual que otras del maravilloso documental del septuagenario diseñador) sean una dosis más de insuflación de ego a base de citas célebres para dar la nota, de esas que se instalan en la memoria de todos y que en muchas ocasiones se dicen sin ninguna lucidez e igualmente quedan genial y reflejadas en las hemerotecas de por vida. Pero pensándolo bien quizá el maravilloso Karl tenga parte de razón. Puede que el subconsciente sea ese rincón de donde surgen las maravillas, las mayores obras que tal vez en otro momento no son capaces de afluir de ninguna de las maneras.



La creación no tiene reglas y es ahora, en tiempos de crisis, donde más valor cobra. Realmente nos da igual tanto el modo como el proceso de surgimiento de las colecciones mientras lo que se entregue a las firmas y que posteriormente podamos ver en showrooms o tiendas nos llegue a conmover.



De todos modos también estoy de acuerdo en que si no hay una inversión y una industria que apoye a la moda tampoco podrán haber talentos que nos hagan vibrar con sus colecciones. ¿De qué sirve la creación en su máximo esplendor si no hay otros agentes detrás que lleguen a hacer realidad todo eso que un genio ha pensado? Sin ayudas los propios diseñadores no comen y así no viven y así no crean. Y en ocasiones con lo poco que se les da tienen para comer pero lo que les queda simplemente les llega para bocetar unos looks o hacer algún prototipo como mucho.



Que el diseñador no es artista, es precisamente eso: diseñador. Igualmente incluso el propio artista también cobra por crear. Vamos, desde los confines de la historia de la humanidad sino ¿qué os pensabais que Miguel Ángel pintó la bóveda de la Capilla Sixtina de gratis?



W.

lunes, 14 de junio de 2010

REALIDAD ECOLÓGICA Y MODA

Desde hace un tiempo atrás, las pasarelas han parecido tomar conciencia ecológica. Ya no son sólo los defensores de no usar pieles y todos aquellos que apuestan por tejidos puramente naturales y orgánicos sino que algunos desfiles son un auténtico alegato de la madre Natura aunque se incluyan pieles en el mismo o la firma que los hace haya tenido una tradición de peletería y/o marroquinería.

Así, en la última pasarela parisina pudimos ver a diseñadores como Jean Paul Gaultier con una propuesta de modelos bien coloridos que parecían traspasados directamente de la montaña o de una riada virgen. El calentamiento global y todo eso que algunos consideran una auténtica patraña alarmista encabezada por el Nobel de la Paz Al Gore ha traspasado lo político y lo económico y se instala en lugares como el mundo de la moda. A todo esto contribuye el boom surgido desde la película Avatar, y precisamente fue la propia pasarela de francesa la que pareció adoptar seres de esta fábula completamente metafórica para desfilar por la misma como en el caso de la casa Balenciaga y la inspiración que tomó del film con el maquillaje de sus modelos o todo el mundo mágico de Sofia Kokosalaki (guardando siempre su estética de plisados y formas de la Grecia antigua que en mi opinión aún no ha sabido encontrar su lugar).

¿Realidad preocupante o una manera de aprovechar el tirón? La moda, muy sabia aunque se piense en ella como algo superficial que para algunos pensamientos roza lo artificial, ha sabido coger (aunque para mi gusto tarde) toda esa nueva onda de ecologismo exacerbado y mostrarlo a los ojos del resto aunque luego de puertas para adentro todo sea bien diferente. Ahí el engaño: nos dan una píldora de humanidad e ideas para vivir mejor, nos bombardean con verdes y azules, con formas naturales pero luego toda la verdad y nada más que la verdad queda en el atelier y de eso poco o nada.

Imagino a diseñadoras como Stella McCartney tirándose de los pelos. Ella, ecologista convencida, que durante tantos años ha luchado por la causa con verdadera convicción ha perdido el tren de mostrar desde lo más alto toda esa ropa que en apariencia se muestra tan natural y respetuosa con el planeta. Claro que esta inglesa de padre ilustre que rechazó trabajar para Gucci bajo recomendación de Tom Ford por el uso de pieles de la mítica casa italiana es la que verdaderamente sigue a raja tabla sus postulados y sólo hay que ver y tocar sus prendas con atención. No por no haber sido natural-colorista en exceso en sus anteriores trabajos y no enseñarnos verdes, marrones y azules a mansalva es la menos ecológica de todas, al contrario: incluso su línea de cosmética está hecha a base de productos naturales y no se sacrifican animales para la elaboración y el testado de las misma. Incluso su propia firma destina parte del dinero recaudado a una ONG que la propia diseñadora impulsó hace años así como a otras organizaciones en defensa de la naturaleza. ¡Pero si incluso hubo un tiempo que su tienda de Londres contenía un invernadero con tomateras!

Y ahora dime, Stella ¿te arrepientes de habernos entregado aquella maravillosa americana larga de solapa estrecha en un rosa precioso que tanto te copió Zara hace tres temporadas y no haberla explotado en un verde que parecía salido de una platanera? Pues claro que no: otros nos han intentado vender prendas que parecían del Amazonas e incluso Ghesquière maquilló las cejas de colores avateros pero sólo tú y unos pocos vienen con la causa de raíz y la continúan. Ahí está también nuestro ilustre Adrover pese a quien le pese.

Así es la moda en ocasiones aunque tenga muy buen propósito final: algo que parece y que realmente no es. Incluso para aquellos que piensan que es algo banal, que tampoco lo es, porque repito: nada es lo que parece y mucho menos en el mundo de la moda. Atención a su fuerza y tirón influencial a pie de calle: yo ya he visto a chicos con las cejas decoloradas que parecen salir de la película de James Cameron o del propio desfile de Balenciaga. Lo que no sabemos es si reciclan o no: eso ya forma parte de la intimidad de cada ser y de sus ideales mucho más allá del mundo de la estética y lo que algunos consideran como fashion (horrible apelativo que parece instalado perennemente entre nosotros y que lo usan aquellos/as que menos entienden de la propia moda).



W.